NO DESPERTAR LA CIUDAD

Abriendo y cerrando puertas al igual que el viento: últimamente te olvidás todo sobre la mesa. Creés que no estás tomando suficiente agua, te arrastra la calidez de un planeta menos potable. Amás los restos de un desayuno entre racimos de pelo recortado y brillantes cd rooms.

Quizás cuando nace la obra, muere la anécdota, pero las acciones de los cuerpos siguen. En las obras de Gonzalo Maggi son éstas las que parecen orquestar con bruma todo lo que se ve, como si se tratara de cariátides, esas estatuas griegas que decoran los frentes de algunos edificios y parecen sostenerlos.

Casi siempre pienso en la expresión de las cosas grandes a través de lo más cercano, cotidiano o chico, por ejemplo una alarma o frutas. Pero me resulta difícil hacer lo contrario, quizás por cierta timidez. Eso me parece muy bello de las obras de Maggi, siento que no hacen problema con las escalas de las cosas. Son, al mismo tiempo, artificiales y naturales, porque parten de lo más natural que es un deseo.

Están compuestas por pocos elementos - persona, situación, escenario - que en su reunión, en el sentido de reconciliación, abren para nosotres un espacio tan amplio como el que muestran, sobreponiéndose a su teatralidad para que las podamos ver, escuchar, o incluso mover, ya que se presentan simplemente apoyadas, como proyectadas por la luz de un patio.

¿Qué se puede ver y a dónde se fueron todes? Algo viene desde un comienzo. Algo viene desde un fin. No es todo tan raro y diferente pero el paisaje es otra cosa. Las fuerzas sólidas se desvanecen hacia una intimidad muy secreta, valiosa e irreal. El aire se junta con el aire y, como en montañas al borde de una avalancha, están los mínimos gestos para no despertar a la ciudad, que en el fondo es algo enorme.


Valeria López Muñoz

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DON’T WAKE THE CITY

Opening and closing the windows, just the same as the wind does: lately you’ve been forgetting everything on the table. You believe you are not drinking enough water, the warmth of a less potable planet drags you. You love the remains of a breakfast among clusters of cut hair and shiny cd roms.

Maybe when the piece is born, the anecdote dies, but the actions of the bodies remain.
In Gonzalo Maggi’s pieces these actions are the ones that seem to orchestrate with haze everything that can be seen, as a caryatid, these greek statues that decorate the facades of some buildings and seem to hold them.

Almost always I think of big things expressions through nearness, usual or small, for example an alarm or fruits. But I find it hard to do the opposite, maybe out of some kind of shyness. That’s where I find the beauty in Maggi’s pieces, I think they don’t make a fuss about size of things. They are, at the same time, artificial and natural, because they emerge from what is most natural, that is, a desire.

They are composed of few elements -person, situation, scenery- that in their meeting, in the meaning of reconciliation, open up for us a space so broad like the one they show. Overcoming their theatricality so that we can see them, hear them or even move inside of them since they are presented just resting, like projected by the light of a garden.

What can be seen and where did everybody go? Something gets closer from the start. Something comes from an end. Not everything is that rare or different but the landscape is something else. The solid forces vanish into a very secret intimacy, valuable and unreal. The air merges to the air and, like mountains close to the edge of an avalanche, small gestures prevail so as not to wake the city, that deep down, is huge.


Valeria López Muñoz